Unos 1,2 millones de personas en todo el mundo están infectadas con ambos virus.

Ahora, los investigadores describen un nuevo mecanismo a través del cual estos virus se ayudan entre sí, lo que representa un mayor riesgo para los pacientes.

A lo largo de los siglos, la tuberculosis ha estado presente en muchos países y áreas geográficas diferentes. Existe evidencia de que el faraón Akhenaton y su esposa Nefertiti murieron a causa de la tuberculosis, y los estudios antropológicos en un sitio en Alemania demostraron que la enfermedad afectó a las personas desde el Neolítico.

La tuberculosis se hizo mucho más frecuente con el aumento de la urbanización y, a fines del siglo XIX, fue uno de los problemas de salud más urgentes. Afortunadamente, los avances en el tratamiento, la vacunación y el saneamiento general redujeron drásticamente el impacto de la tuberculosis, aunque la enfermedad sigue siendo altamente prevalente, infectando a 10 millones de personas cada año y matando a 1.6 millones en 2017.

Mientras tanto, el VIH se propagó dramáticamente durante la época colonialista en el siglo XX. siglo. Sin tratamiento, el tiempo promedio de supervivencia después de la infección con VIH se estima en 9 a 11 años, pero con el tratamiento antirretroviral moderno, el VIH rara vez progresa hacia el SIDA y se considera una condición generalmente manejable en el mundo desarrollado.

Sigue siendo uno de los virus más peligrosos del mundo. Como si uno de los dos virus no fuera lo suficientemente malo, muchas personas tienen ambos: 1,2 millones, según un equipo internacional liderado por investigadores del CNRS y Inserm.

El equipo también informa que, en este caso, los dos virus trabajan juntos para hacer un daño aún mayor de lo que lo harían individualmente. En presencia de tuberculosis, el VIH-1 (la forma más extendida de VIH) se mueve de una célula a otra a través de los nanotubos que se forman entre los macrófagos, lo que aumenta drásticamente el porcentaje de células infectadas.

Los macrófagos, un tipo de célula en el sistema inmunológico que se engulle y digiere los patógenos no deseados, pueden servir como hospedadores tanto para la tuberculosis como para el VIH-1 (la forma más extendida de VIH).

En presencia de tuberculosis, los macrófagos forman nanotubos en forma de túnel, que el VIH puede usar para transferir de una célula a otra, lo que aumenta drásticamente el porcentaje de células infectadas.

Esto también produjo un efecto de bola de nieve: cuanto más grave es la TB, más nanotubos se formó, lo que permitió que el VIH infectara más células, generando más macrófagos, más nanotubos, etc.

Sin embargo, todo esto tiene un lado positivo: el tipo específico de macrófagos puede evaluarse a través de marcadores solubles en la sangre, lo que significa que el diagnóstico y se puede facilitar el tratamiento de los pacientes que padecen ambas enfermedades.

Los científicos también pudieron utilizar el tratamiento existente para inhibir la formación de estos macrófagos, reduciendo así la transferencia viral y la producción de VIH-1.